Aunque no escapa al entusiasmo interpretativo que Japón suscita en el curioso ilustrado, el ensayista narrador que hilvana con fragmentos de muy diversa especie este Diario de Kioto no tiene felizmente la tentación de la teoría ni las explicaciones absolutas y en cambio prefiere distraerse en la reflexión de lo que le sale al paso en su periplo: gestos, rituales, jardines, edificaciones, paisajes exteriores e interiores, libros, recuerdos, remordimientos y, a cada paso, su propia imagen fragmentada en espejos destrozados. Kioto es el lugar por el que discurre esta meditación pero la imantan otros ámbitos y en la sentencia del sinólogo David Hinton que reaparece una y otra vez en sus páginas –What happens never happens enough– el lector no puede sino leer una variación del poema de Basho: Aun en Kioto, ¡qué nostalgia de Kioto! Bitácora de una fuga, ascesis y senda purgativa, este Diario alumbra una pregunta no dicha: ¿Cómo estar de veras aquí y ahora? Al cerrar sus páginas, el lector sabe, con certeza irrevocable, que ha
estado en Kioto.
Aurelio Asiain