¿Quién iba a pensar que Karl Kraus, el satírico apocalíptico de Viena, tendría un inopinado y por supuesto falso descendiente en México? Al igual que en Contra los periodistas y otras contras, el libro feroz de aforismos de Kraus, Edgar Krauss, el otro Kraus(s), ha encontrado en el látigo de la brevedad —¿nombre es destino?— una forma de fustigar la necedad y las demasiadas ínfulas que flotan en el ambiente, y en plena era del Twitter los ha reunido a la vieja usanza como un desafío a la inmediatez y la banalidad. Ante la reiterada pregunta de qué puede un alfilerazo contra el poder y aún contra la imbecilidad, Krauss responde con humor y puntería, sin descreer del filo acerado y oblicuo de las palabras. Si la droga de los profetas es el futuro, Krauss los llama (y nos llama) a cuentas en el aquí y ahora, para pinchar el globo de la ilusión.
Luigi Amara