Europa (Estación Varsovia, Perros de París y Memoria de Franz Müller) es una trilogía sobre el temperamento humano. El novelista ha fundado un cosmos arrebatador y ha conseguido que el lector sensible a las temáticas umbrías logre encontrar un buen alojo entre sus páginas. Sin embargo, hay que decirlo con todas sus letras: la trilogía de Bugarini no es mexicana, ni nacionalista ni localista. Y qué bueno que sus textos no adolezcan de esa tara. Hoy ya todo el mundo sabe que una buena obra, para perdurar, no necesariamente debe hundir sus raíces sobre el minúsculo y fangoso territorio del patriotismo. De perseverar en esa métrica clásica y europeizada, Bugarini debe aceptar que está firmando su condena a ser leído y valorado a destiempo aunque, más tarde o más temprano, sea reconocido como un maestro dentro de los límites que él mismo ha querido imponerse. En suma: jamás será nuestro contemporáneo. No obstante, sí lo será de tipos como Marcel Schwob, Thomas Bernhard o Joseph Roth. La pregunta más sensata que se me ocurre
a esta hora es: ¿alguna vez querrá nuestro autor realizar el gesto quijotesco de cambiar estas inestimables correlaciones con tal de fingirse afín a los cerriles tópicos de sus contemporáneos? Ojalá que nunca se vea en esa absurda encrucijada.
Ricardo Sevilla