Salvar al buitre es la obra de un demiurgo que ha cultivado el arte de la palabra y ha combinado sus piezas hasta lograr una perfecta concordancia. Su autor –Armando González Torres– no es un mero hacedor de letras, sino un músico que comprende que el valor de la auténtica literatura reside en aquél canto que sabe unificar historia y melodía. A la manera de un Matthew Arnold o un Luis Cernuda, el artífice de estas pequeñas elegías es un poeta que practica la crítica o al revés: un crítico que escribe poesía. Breviario de tintes aforísticos o diario constituido a golpes de melancolía, este libro reúne, en cinco apartados, las reflexiones de una inteligencia bucólica que opera sobre un orden sistemático de ideas. Tomo de compleja clasificación –a veces prosa y a veces verso–, esta obra ensaya una escritura en permanente controversia. El personaje –una especie de poeta irónico y amnésico que modula sus estrofas desde una atmósfera taciturna– nos obsequia un universo verbal, rítmico, metafórico y prodigiosamente contundente
en donde cada afirmación es la réplica de sí misma. Himno musicalizado por la orfandad, las frases lapidiarias y la acrimonia de un escritor mortificado por sus fantasmas, Salvar al buitre es un texto para disfrutar de su melodía y no para explicarlo, pero si queremos podemos tomarlo como la obra de un pájaro fénix que, apoyado en un vigoroso y punzante solfeo, aspira a traspasar con sus afiladas zarpas la bruma del porvenir.
Ricardo Sevilla