El camino imperfecto, de José Luís Peixoto —desdeñosamente alejado de la pedantería intelectual— está concentrado en aprovechar la sabiduría que se desprende de los ámbitos más elementales de la vida. Como pocas obras contemporáneas, los insólitos artefactos líricos que el autor lusitano incluye en este libro consiguen elaborar una elegante —y cuidadísima—red de imágenes y sentidos en donde todas las experiencias, aunque sean del talante más nimio, ocurren —o mejor dicho: son contadas— de manera cristalina. Aunque su mensaje interior es punzante y no pocas veces desolado, la colorida y lúcida exposición que realiza el novelista, logra una sublime gama de matices que impide que el lector caiga de bruces en el ciénaga de la tristeza. Pese a que sus influencias pudieran parecer sombrías, Peixoto no practica una narrativa fusca ni melancólica. Al contrario: en su estilo —donde se impone siempre el brillo, la destreza metafórica y la desenvoltura imaginativa, siguiendo en esto a su máxima influencia: António Lobo Antunes— vemos
cómo el autor ha logrado tender con gran eficacia ese arco febril, voraz y complementario que es, a un mismo tiempo, la celebración de la vida y de la muerte.
Ricardo Sevilla